Fragmento Después de Clase. Mariano Narodowski

25.03.2012 13:26

Llamo mi atención durante la clase la preocupación expresada por algunos compañeros por como enfrentarse a los problemas o situaciones que se den en el contexto educativo y que sin lugar a dudas nos tocaran y harán pensar alguna forma de responder o actuar ante el contexto. Quisiera poner a consideración de mis compañeros el siguiente fragmento del libro Después de Clase de Mariano Narodowski, que me parece ideal para ver un poco a que chicos y chicas nos enfrentaremos, pero no con la intensión de ahondar en esos miedos e incertidumbres sino invitándolos a la reflexión muy personal sobre nuestro ejercicio docente.

¿FIN DE LA INFANCIA?

Chicos en la escuela primaria armados con revólveres de verdad, pero en el salón de videojuegos armados con una réplica exacta de un arma letal. Chicos pasando por un detector de metales en la puerta de la escuela para demostrar que van desarmados. Detector que hace sonar su alarma. Chicos anoréxicos que no quieren ser gordos; nenas de nueve años estilizadas y deseables como Barbies o como Sailor Moon. chicos que administran su química corporal pro si mismos o por sus padres, con aspirinas(pediátricas) o con pegamento. Chicos de mitología Dragon Ball, que añoran padres Goku con hijos Gojan. Chicos que queman a otro chico porque no quería entregarle dos pesos. Chiscos que se quejan en televisión porque la directora de la escuela les entregaba  legalmente los resultados de las evaluaciones nacionales y ellos querían ser competitivos.  Chisco de la generación Cartoon Network, de veinticuatro horas diarias de televisión, los 365 días del año. Chicos en una academia de “escruche”, formándose. Chiscos saturados  con videogames: en sus casas ( “family” game, sega, nintendo, play station), en un shopping center(mientras sus padres, tranquilos, consumen) o en las salas de espera de las grandes terminales ferroviarias; chicos que juegan al futbol virtual o comenten genocidios en la pantalla Mortal Kombat (en video, en la PC o a 25 centavos la ficha, 5 por peso). Chicos Sub Cero. Chicos www.dysney.com.

Algo esta cambiando, tal vez definitivamente, en nuestra infancia. El niño era un ser indefenso, que necesitaba nuestro amor, nuestros cuidados y nuestras enseñanzas. Debía obedecernos porque su razón era incompleta y sus conocimientos no eran útiles en la sociedad de los adultos. Infancia era igual a dependencia, obediencia y heteronomía. Y ahora, ¿por qué tienen que obedecernos?

Los adultos que debíamos protegerlos, suponíamos que ellos eran “los únicos privilegiados”. Este fin de época, en cambio, los pone en el lugar de privilegio de la experiencia virtual y el saber informático y telemático. Su mundo es tan legítimo como el mundo adulto: consumen, luego existen; y si no consumen, emergen  con violencia y finalmente existen, aunque esa emergencia les cueste el encierro, la prisión y hasta la muerte.

Chicos que portan cultura legítima y obligan a sus padres y maestros a adaptarse a ella: ya no es el chico el que debe callar frente a la cultura escolar sino la escuela la que se adapta a las nuevas situaciones. Escuelas con computadoras y videos. Libros de lectura que parecen revistas de historietas. Personajes de libros de textos escolares calcados de los dibujitos animados y docentes  que se definen como “animadores”. Horas de clase en las que se permite mirar la televisión “así los chicos aprenden a ser televidentes críticos” (porque además de soportar la TV hay que soportarla “críticamente”)

Chicos hiperadaptados a los medios y a la violencia. Infantes que se realizan, pero no a través de la obediencia y la ternura sino del descubrimiento de las posibilidades de operación eficiencia en un mundo que cambia con ellos.  Y la reacción desesperada se expresa en adultos nostálgicos que castigan con amonestaciones, que les lavan la boca con detergente, que los desnudan en público, que los llaman drogadictos por festejar el fin de curso o que ruegan por el descenso de la edad de imputabilidad penal y hasta por la pena de muerte para la delincuencia infantil y juvenil. Manifestaciones perversas de la añoranza de un tiempo que se fue. Infantilización  a la fuerza, que demuestra nuestra merma en la capacidad disciplinadora; nuestra impotencia adulta.

Entre la infancia hiperrealizada y la infancia desrealizada se encuentran la mayoría de los chicos que nosotros conocemos. Digamos esto: son dos polos de atracción: la infancia de la realidad virtual  y la infancia de la realidad real. Una infancia de la realidad virtual “armónica y equilibrada” versus una infancia de la realidad real violenta y marginal. ¿es posible la síntesis?

Chicos cada vez “mas adultos” (las comillas muestran que no hay palabras para esta situación) por su capacidad de elección y su independencia tecnológica. Y, paradojalmente, cada vez más indefensos frente a la influencia massmediática y la compulsión al consumo: lo que los hace poderosos, obviamente, también los debilita. Chicos que nos obligan a reflexionar acerca de una nueva época de nuevas ilusiones, nuevas desilusiones y , especialmente, de nuevas infancias. Chicos que nos muestran que a la escuela del siglo XVII (esa que esta a la vuelta de nuestras casas) le cuesta una enormidad brindar respuestas a estas nuevas, indeterminables y tal vez infinitas infancias.

Mientras tanto, ellos siguen viviendo miles de posibilidades: combatiendo por un Mundo Ideal junto a los Caballeros del Zodiaco, abriendo puertas de taxis, soñando cotizar millones den la primera de un equipo de futbol, trabajando para ayudar en casa, imitando la “came hame ha” de Gojan, navegando por internet, peleando por una vacante en la escuela de la zona, consumiendo pegamento o cocaína o Coca-Cola, jugando con el diábolo bronco o a los tazos o a lo que en este instante les imponga el mercado.

Mientras todo esto ocurre, nosotros, los adultos, sus educadores, tratamos infructuosamente de reconstruir ese espejo en el que se reflejaba nuestra racionalidad. Pero esto ya no es del todo posible. El espejo se rompió, las partes han estallado y las imágenes que los fragmentos nos devuelven ya no nos permiten reconstruirnos a nosotros mismos desde nuestros orígenes. Al contrario, mirar hacia el mundo de los chicos, volviendo a Rushkoff,  no significa retrotraernos nostálgicamente hacia nuestro propio pasado, como hubiera ocurrido ataño. Mirar el mundo de los chicos implica mirar para adelante: ellos son nuestro propio futuro o, más simplemente, nosotros seremos ellos.

TOMADO DE NARODOWSKI Mariano, Después de clase. Desencantos y desafíos de la escuela actual. Ed. Novedades Educativas. Buenos Aires. 1999.

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