7.1. IDENTIDAD PROFESIONAL: IDENTIDAD DOCENTE Y FORMACIÓN DOCENTE.
“Ser maestro es una forma de vivir como ser humano”
Rafael Ávila Penagos.
“La identidad es un producto histórico, no se puede congelar en el tiempo o circunscribir a un momento particular” (Gómez, 2004. Pág.78)
El tema central en este ejercicio investigativo es el de identidad profesional, principalmente la identidad profesional de los docentes ligada a la importancia de la formación de los docentes desde el pregrado hasta la educación continua y la experiencia que pueda construir en su campo laboral; sin embargo para efectos de este trabajo nos concentraremos en la formación inicial del pregrado.
“Entendemos la identidad profesional como el concepto que los profesionales – en este caso los docentes- forjan de sí mismos en relación a su profesión y su trabajo. Se entreteje en la identidad docente lo que los maestros saben (su base de conocimientos), lo que creen (creencias), lo que sienten (emociones) y lo que interpretan (significaciones); todo ello, marcado por los contextos singulares y globales en los que ejercen su trabajo en un contexto determinado”(Avalos, Cavada, Pardo & Sotomayor, 2010. Pág. 238). El concepto de identidad posee una gran amplitud, abarca múltiples esferas de la vida humana. En este trabajo nos referiremos a esta noción para explicar de qué manera su conformación incide decisivamente en la construcción de identidad con la profesión docente.
“En términos conceptuales la identidad se ha definido a partir de preguntas como: ¿Quién o quiénes soy como profesor?, ¿cuáles son los significados vinculados a mí mismo en mi trabajo?, ¿qué tengo que hacer y por qué? (Day, 2006. Pág. 63)”.
La identidad profesional docente de acuerdo con Vaillant, presenta una parte común a todos los docentes, y una parte específica, en parte individual y en parte ligada a los contextos diferenciales de trabajo. “Se trata de una construcción individual referida a la historia del docente y a sus características sociales pero también de una construcción colectiva vinculada al contexto en el cual el docente trabaja(…) La identidad de cada docente forma parte de su identidad social y se concibe como la “definición de sí mismo”. Pero esa identidad comporta una especificidad referida al campo de actividad docente que es común a los miembros del “grupo profesional docente” y les permite reconocerse y ser reconocidos en una relación de identificación y de diferenciación (con los “no docentes”)”(Vaillant, 2007. Pág.3).
La construcción de la identidad profesional comienza con la formación inicial del docente y se prolonga durante todo su ejercicio profesional, como se menciono es una construcción. La identidad no surge automáticamente como resultado de la obtención del título profesional. La construcción de identidad profesional requiere de un proceso individual y colectivo, complejo y dinámico, lo que lleva a cada maestro y maestra a la configuración de representaciones subjetivas acerca de su ser como docentes y de su profesión docente. Así pues la categoría identidad docente hace referencia a cómo los docentes viven subjetivamente su trabajo y a cuáles son los factores de satisfacción e insatisfacción. Esta categoría también se relaciona con la diversidad de sus identidades profesionales y con la percepción del oficio por los docentes mismos y por la sociedad, haciendo énfasis aquí en un proceso intersubjetivo. La identidad docente es tanto la experiencia personal como el papel que le es reconocido en una sociedad, en un proceso de construcción social de la realidad si se quiere en términos de P.Berger y T.Luckman(2003). La formación profesional, y en este caso la formación docente será determinante en la construcción de identidad, más aun si entendemos que la formación de un docente es constante, permanente y lenta. “Un buen proceso de formación debe concluir, normalmente, a una bien arraigada identidad profesional(…) Y una bien arraigada identidad profesional, en condiciones difíciles como las nuestras, debe intentar, por todos los medios, la revaluación de su dignidad, su status, antes de abandonar la profesión” (Ávila, 2007. Pág. 22).
La formación inicial del docente en el pregrado no solo debe brindarle las herramientas necesarias sobre la epistemología de la pedagogía – la ciencia en la que se forma- sino también de la ciencia en la que hace el énfasis, la historia de la educación, los intereses y compromisos políticos, sociales y culturales. Desde el pregrado, el futuro docente debe interiorizar los problemas de la educación y de su profesión para lograr entender a que se enfrentara y decidir si esa es la labor que quiere ejercer para su vida o no, si quiere ser conocido pro todos como profesor o no, y acepta con ellos todas las responsabilidades que le son dadas, sin por esto someterse a políticas que opaquen su autonomía y libertad.
“Las identidades docentes pueden ser entendidas como un conjunto heterogéneo de representaciones profesionales, y como un modo de respuesta a la diferenciación o identificación con otros grupos profesionales. Existen identidades múltiples que dependen de los contextos de trabajo o personales y de las trayectorias de vida profesional” (Vaillant, 2007. Pág.4).
Desde una perspectiva social, Manuel Castells (2002) describe la identidad como un proceso de construcción de significados basado en algún atributo cultural o conjunto de atributos culturales a los cuales se les da prioridad por sobre otras significaciones sociales. o, dicho de otro modo, la identidad se refiere a los diversos significados que las personas se adjudican a sí mismos, o los significados que otros les adjudican a ellos. Los docentes pueden considerarse como agentes a quienes se les ha encargado la tarea de educar y enseñar. su identidad surge, por lo cual es importante analizar y entender el modo cómo internalizan esta visión, y construyen y reconstruyen significado en torno a ella a lo largo de su vida profesional, pues la tarea social dada configura en el docente atributos culturales.
“El carácter dinámico de la construcción de identidad, entendido como interpretación y reinterpretación de experiencias, es acentuado particularmente en la revisión de estudios sobre docentes principiantes de Beijaard, meijer y otros. (2004), en estudios de historia de vida de profesores (por ejemplo, Ball & Goodson, 1989, López de Maturana, 2007), en las narrativas de los propios docentes recogidas por Nieto (2005), y en estudios amplios de la profesión docente (Day, Sammons y otros., 2007). Beijaard, Meijer y otros. (2004) señalan que la identidad profesional docente depende de subidentidades que se armonizan en mayor o menor grado” (Avalos y otros, 2010.Pág. 239). De acuerdo con los estudios de estos autores estas subidentidades son configuradas por los contextos laborales y las relaciones interpersonales de los docentes. De éstas algunas son más centrales, otras más periféricas. Parece ser esencial para los docentes que estas subidentidades no entren en conflicto y que se mantengan balanceadas para no caer en crisis de identidad. Esto parecer ser más difícil en el caso de los docentes principiantes al tener que enfrentar situaciones nuevas y complejas, mientras que para los de mayor experiencia los conflictos de identidad surgen en los momentos de cambio educacional o de problemas en el campo de trabajo inmediato, la experiencia sin lugar a dudas es un elemento central de la construcción de identidad docente, pero también lo es el contexto, pues la identidad se ve permeada por los cambios del mundo en constante movimiento.
“Al igual que para otros actores sociales, la expresión de la identidad docente es afectada por las relaciones de poder existentes en determinados momentos históricos” (Castells, 2002. Pág 187). Así, la identidad puede ser legitimante con respecto a la identidad definida por las instituciones dominantes de la sociedad, puede ser una identidad que resiste en el caso de actores que están siendo estigmatizados y devaluados por los poderes dominantes y finalmente puede ser una identidad que se proyecta, reconstruye o redefine su posición en la sociedad. Los docentes son actores sociales que sin lugar a duda construyen identidad desde la resistencia, mas un hoy en esta sociedad que esta redefiniendo su labor y que se caracteriza por contradicciones en relación a la educación y las políticas económicas, que afectan los sistemas educativos y por su puesto el campo laboral de los docentes, que están en un punto de desprofesionalización. “Ante estas situaciones podemos hablar de una lucha entre la identidad construida en torno a una profesión estudiada: abogado, psicólogo, sociólogo, medico, etc.; y la profesión asumida en la práctica profesional: la docencia” (Avalos y otros, 2010.Pág. 42)
Sayago, Chacón y Rojas en consonancia con Habermas comentan que, referirse a la identidad no implica hablar “de algo que nos hayamos encontrado ahí, sino algo que es también y a la vez, nuestro propio proyecto.”(Habermas citado por Sayago, Chacón & Rojas, 2008. Pág.553).
Morin habla de la identidad como un “proceso dual, en el cual hay que enseñar al sujeto a reconocerse a sí mismo y permitirle que reconozca la diversidad inherente a todo aquello que es humano. Conciencia de sí y diversidad del otro, son esenciales para que el sujeto asuma su condición de ciudadano planetario”(Morin citado por Sayago y colaboradores, 2008. Pág 553).
Juan Carlos Revilla profundiza en cuatro elementos constitutivos de la identidad, que denomina anclajes. “Al margen de estos procesos- la posmodernidad y la presunta desaparición de las identidades- , existen elementos de otro tipo que nos hacen pensar en la práctica imposibilidad de hablar de la disolución de la identidad personal, al menos en nuestra sociedad. Son elementos que sujetan a los individuos inevitablemente a su identidad y a sus autorrelatos, si bien, como ya hemos señalado, no de esa forma esencialista y totalizadora que se ha pensado desde otro tipo de planteamientos. En buena parte, se trata del legado del pensamiento psicosociológico, especialmente del enfoque interaccionista y planteamientos afines como los de Gofmann, Harré, etc., e incluso de Giddens y algunos desarrollos de Habermas. el primero, relacionado con el cuerpo, expresado en apariencia física, espacio temporal, evolución y desarrollo, puestos de manifiesto en las actuaciones de cada ser. Se trata de la imagen que proyectamos a los demás y a sí mismos, incidiendo en el autoconcepto, la preocupación por la imagen y cómo somos percibidos por el otro” (Revilla, 2003. Pág. 59)
Así pues el primer anclaje, esta relacionado con el cuerpo, expresado en apariencia física, espacio temporal, evolución y desarrollo, puestos de manifiesto en las actuaciones de cada ser. Se trata de la imagen que proyectamos a los demás y a sí mismos, incidiendo en el autoconcepto, la preocupación por la imagen y cómo somos percibidos por el otro. Puede relacionarse este anclaje con las diferentes imágenes que existen de los profesores para los estudiantes, y como estas se construyen desde la forma de ser de los docentes.
El segundo anclaje, refiere al nombre propio, relativo a cómo nos conocemos y nos conocen. Este elemento es tan importante que el Estado y la sociedad nos otorga un documento y nos hace responsables de nuestros actos y obligaciones. El ser docente, maestro, profesor confiere características propias y reconocibles ante la sociedad.
El tercer elemento, referido a la autoconciencia y la memoria: la autoconciencia definida como la cualidad de verse y pensarse a sí mismo, asumirse como sujeto activo con una historia personal en el tiempo y en el espacio. La memoria desde la narración de sí mismo, con base en el recuerdo selectivo, dada nuestra condición cognitiva que impide almacenar toda la información experiencial. De allí, la necesidad de recuperar a través del lenguaje, las percepciones que se tienen del mundo. Tal como se manifiesta, la autoconciencia y la memoria están sujetas a nuestra biografía, por consiguiente, a la identidad. Así pues la forma en que el profesor se piensa, sus actitudes, la forma en que habla de si mismo y va construyendo su categoría de saber pedagógico, como construye su biografía como docente.
Por último, el cuarto anclaje, caracterizado por las demandas de la interacción social fundamentada en la coherencia comunicativa y el compromiso de intercambio con los otros, exige confianza y estabilidad personal para establecer fácilmente la comunicación, con un mínimo de conflicto y el establecimiento de negociaciones y consensos. Ello, da cabida a la representación identitaria en correspondencia con la identidad social y personal.
Con base en los elementos constitutivos de la identidad señalados por Revilla, puede señalarse que cada persona, en tanto ser humano poseedor de un cuerpo, un nombre, posee autoconciencia y memoria que lo hacen sujeto de su propia historia, inmerso en las interacciones sociales, lo cual le otorga una identidad que evoluciona y se desarrolla dentro de pautas culturales e históricas, tradicionales o no, dentro de dinámicas de conflicto, con un período evolutivo propio, un pasado y un futuro, también apegada a un conjunto de significaciones y representaciones que son relativamente permanentes. Así, la identidad no es fija ni estática, “cambia, se transforma, guardando siempre un núcleo fundamental que permite el reconocimiento de sí mismo colectivo y del yo en nosotros” (Montero, 1987. Pág. 77). Ello quiere decir que la identidad crea lazos indisolubles entre lo individual y lo social, no se puede separar el individuo del otro, tampoco se puede hablar de cambio o progreso individual sin tener en cuenta la idea de cambio social; es por ello que las crisis de identidad individual y las crisis en el devenir histórico, generalmente, están unidas y contribuyen a explicarse mutuamente. Hoy la sociedad atraviesa por un devenir histórico marcado por el neoliberalismo que puesto en contexto junto con la educación y la globalización esta provocando cambios serios en la forma en que los seres humanos nos relacionamos y como nos vemos y estamos en el mundo. Muchas son las experiencias y las consecuencias que pueden mencionarse en torno a los cambios a los que esta sometida la educación, que los maestros deben entender, comprender, analizar y en ocasiones resistir y que van configurando su identidad, si se entiende esta en relación a la actitud y la actividad política del maestro como sujeto de lo publico, trabajador por un bien publico que es la educación. En efecto, el proceso de formación de la identidad se origina tanto por fuerzas intrínsecas como por las extrínsecas que la modifican según cambie la sociedad y las instituciones insertas en ella. En otras palabras, las interacciones influyen en las actitudes de los demás y de sí mismo. En consecuencia, “la identidad está íntimamente relacionada con lo cultural y social. Esto implica entonces, un desafío en la formación de la identidad en el tiempo que vivimos, excesivamente matizado por la tecnología e información, en donde existe muy poco que pueda representar lo propio, lo nuestro”( Sayago y colaboradores, 2008. Pág 553)
La identidad es entonces, un concepto que permite explicar las situaciones que manejamos internamente y su enlace con el contexto; lo cual permite que el individuo se relacione y acople con sus espacios vitales, personas e instituciones que le permitan interactuar culturalmente. “En ese sentido, la identidad lleva implícita una dimensión antropológica, psicológica y sociológica, por cuanto se trata de una construcción que emerge de las relaciones consigo mismo y los grupos. Por consiguiente, coloca mayor énfasis en lo descriptivo que en lo prescriptivo” ”( Sayago y colaboradores, 2008. Pág 554)
De acuedo con Wally Olins, en su libro Identidad Corporativa, la identidad refiere que el proceso de conformación de la identidad personal expresada en términos de distinguirse y diferenciarse, facilita la condición de identificarse con una carrera o profesión que, en función de un futuro, ofrezca garantía de éxito y, de manera general, responda a las interrogantes: ¿qué quiero ser?, ¿para qué? “Toda elección lleva implícita una identificación, pero se definirá en su relación con lo real, profundizando conocimientos, ya que la elección de una carrera no se produce en términos abstractos, en lo puramente conceptual, sino que está liga-da a lo sociocultural, histórico, económico, etc”(Olins, 1991.Pág. 54). En un contexto de cambio- como el que vivimos actualmente- , la identidad docente no es sólo esencia o propiedad intrínseca del sujeto, es más de carácter intersubjetivo y relacional. Así pues, las identidades se construyen dentro de un proceso de socialización, en espacios de interacción donde la imagen de sí mismo se configura bajo el reconocimiento del otro.
Según estas precisiones, la identidad docente se transforma de manera continua, tiene que ver con la definición que un docente elabora de sí mismo e implica vínculos constantes con otros actores sociales, sin los cuales no puede definirse, ni reconocerse. Por otro lado, tenemos que la identidad personal actúa en campos específicos simultáneamente, uno de ellos es el ejercicio profesional. A tal efecto, Sayago y colaboradores mencionan que Fernández se refiere “a la identificación con un grupo social, en particular, a los profesores, quienes elaboran apreciaciones sobre su trabajo con base en las funciones que desempeñan, para ello se apoyan en las interrelaciones con sus pares”(Feranandez citado por Sayago y Colaboradores, 2008. Pág.554). En otras palabras, es un proceso subjetivo con metas y motivaciones personales propiciadoras de la identificación de aquellos que se dedican a un mismo oficio, derivándose grupos y subgrupos pertenecientes a un colectivo. En el caso específico de los profesores, se consolida el grupo de profesionales de la docencia.
Sayago y colaboradores encontraron en su investigación que en el contexto universitario, encontramos que la construcción de la identidad profesional docente de estudiantes en período de formación, está fuertemente arraigada a las rutinas de quiénes fueron sus profesores en los otros niveles del sistema educativo, a las vivencias más significativas construidas con la familia durante la infancia y al contacto directo con el contexto escolar.
“Es importante destacar que la identidad profesional se construye y reconstruye desde las fases de la carrera, los acontecimientos, las influencias de los centros educativos y las relaciones con los docentes. De modo que una determinada formación profesional, pertenecer a un grupo, asumir los retos e innovaciones educativas, experimentar las crisis de identidad, constituyen etapas relevantes que configuran la identidad profesional. Por tanto, el cúmulo de experiencias vividas en cada una de estas etapas se convierte en la base fundamental para que cada estudiante conforme determinadas visiones e ideales sobre el ejercicio de la docencia traducida en intereses, necesidades, ocupaciones, compromisos y deseos personales. Categorías como estabilidad, ingresos, posibilidad de adquirir bienes materiales, aparecen casi inmutables. O sea, poseer identidad docente sigue siendo un sentimiento asociado a la mejora material, personal y a la oportunidad de movilidad social” (Sayago y colaboradores, 2008. Pág. 554)
A ello también se agrega la experiencia en escenarios escolares, la cual sigue siendo considerada como impactante por cuanto eleva el compromiso por la docencia, donde se reafirma y consolida el imaginario del futuro docente como formador. Aunque hoy la propia cultura escolar esté enfrentada a nuevos retos y a repensar su tarea formativa, con indicativos de cambio y transformación, sigue constituyendo un escenario válido para fraguar la identidad profesional docente. Pero la experiencia en instituciones escolares y la construcción de identidad se convierte en una conexión inmediata en docentes ya en ejercicio, siendo la escuela y el aula de clases su lugar de trabajo.
Todos estos aspectos inciden fuertemente en las identidades colectivas que le dan sentido de pertenencia y pertinencia a las escuelas pero, también, se convierten en situaciones desde donde los estudiantes universitarios deben empezar a construir su nueva identidad profesional, dejando claro que el proceso de formación es de vital importancia para la construcción de identidad docente, en cuanto es desde allí que se busca entender y caracterizar la profesión escogida, integración a un grupo especifico de profesionales, y agrado por lo que se ha elegido para toda la vida.
En síntesis, la identidad docente es una construcción dinámica y continua, a la vez social e individual, resultado de diversos procesos de socialización entendidos como procesos biográficos y relacionales, vinculados a un contexto (socio-histórico y profesional) particular en el cual esos procesos se inscriben. Al ser una construcción para ella se requieren de ciertos procesos de concientización y aprendizaje que se dan desde la formación del docente desde su vida cotidiana, haciéndose importante la formación que recibe en el pregrado siendo la primera que loa cerca con mayor rigurosidad a su profesión docente. Es en la formación continua y permanente que la identidad se va forjando por medio de elementos teóricos, práxicos y vivenciales a los que se ve congregado el docente.